César


1)Nos saludamos con dos cuchilladas
y empezamos a agitar los dientes
brillantes a la luz de la noche.
Observábamos los gestos del otro
con faros de coche
y medíamos por las farolas
nuestra velocidad.
Dimos vueltas por hospitales mentales,
por bares
y por el aire,
arrasamos el césped y la arena seca
destrozándonos contra asfalto y matorrales.
De mí encontraron una mano,
de tu cuerpo sacaron sólo un ojo
y el resto se lo comieron durante la noche
los vagabundos y los animales.
De sus mierdas salimos de nuevo,
renacidos pero sin cenizas
y descubrimos que el mundo desnudo
durante el sueño se había hecho trizas.
Sólo quedaba de nosotros una mano y un ojo
y con eso seguimos paseando,
soñando con altos edificios,
volando hacia las estrellas.




2)Hoy me siento una isla:
rodeado de gaviotas chillonas
y aplastado por el sol
contra el fondo del mar,
sacando a duras penas
la cabeza del agua
para extender mis palmeras
y respirar.
Hoy me he levantado colonizado
por robinsones invisibles
que hacen hogueras durante la noche
y cazan nubes con cañas de pescar,
que tallan ídolos en mis árboles
y soplan la arena que quiere volar.
Esta noche hundiré la cabeza
para bucear bajo el mar,
en busca de monedas y pedacitos
de sal.
Esta noche me iré
siguiendo el reflejo de la luna
surcando un mapa de olas
que flotan ingrávidas sobre el coral.


 3)
Camino descalzo
sobre la azotea de mi cabeza,
con las piernas volando
en el viento
y los ojos nadando entre nubes.
Salto como si la luz fuera a llevarme
hasta el sol,
como si yo fuera pájaro en oferta,
y me siento a oler la ciudad
tendida boca abajo
sobre el mar azul.
El calor se asienta sobre los edificios
como un señor de la luz,
dueño de todo,
y  yo lo contemplo en mi azotea
con la ingenuidad de un ingenuo,
chupando cristales rotos
y cagando botellas que lanzo al césped,
sabiendo que,
al final,
don Calor encontrará
un cristal que le sirva de lupa
y el verano regresará a nuestras casa
con su lengua de fuego,
hiriente y sublime:
con su infierno cotidiano
y sus olores tostados.


4) Reptaba sobre tu piel
oliento tu sudor con mi lengua
y susurrando silbidos para apoderarme
de tu consciencia.
Conocernos había sido un olisqueo mútuo,
perruno y sucio,
deshilando intimidades entre huesos y carne
con la excusa de un placer
que aguardaba bajo la piel.
Trepaste por mi cabeza con uñas de gato
abriendo flores como heridas
que bostezaban al aire enmohecido
de la noche.
Te abriste hecha laberinto
de palabras colgadas en mi oído
y te cerraste como un molusco
que sólo permite avistar su perla.
Qué raro fue cuando cogí el cuchillo
y vi el reflejo en tu mano
de unas tijeras…

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